martes, 24 de abril de 2012

"NUEVAS ERAS" · VIEJAS ESTAFAS

Sé de antemano que éste va a ser un artículo polémico, pero, como comienzo de blog, me parece exactamente el adecuado, porque es una verdadera Declalaración de Intenciones.
Como algunos sabéis, tengo una aaamplia formación como terapeuta. Terapeuta de qué, piensa la mente Occidental. Y aquí tú tienes que añadir alguna etiqueta más o menos conocida para que el interlocutor se quede tranquilo, te localice en su esquema, y diga: ahhhhh. ¿Coaching? ¿Reiki? ¿Flores de Bach? ¿Mocoterapia...? Ahhhh, haces eso. Sin embargo, como "teraputa" (que es el sentido subliminal que se le da al término a menudo en la "nueva era"), no ejerzo. No ejerzo la prostitución terapéutica (se me van a echar encima miles de "teraputas", pero no me importa en absoluto) porque un día cometí un error "fatal". Un día fui y, todo osado e inocente de mí, le dije a un Sabio (y si pongo la mayúscula quiero decir que lo Es) que en mi función de terapeuta "no quería ser un tuerto guiando a ciegos". Curiosamente, era una época en la que empezaba a tener "clientes" y la cosa prometía... Pero fue pronunciar ese deseo ante la Instancia adecuada, y... ¡deseo cumplido! Generalmente si se cumple algún deseo por "arte de magia" suelen ser los deseos jodidos y no los otros, así que dicho y hecho: a partir de ese momento mis intenciones terapéuticas y tantos años de formación y diplomas se disolvieron... como lágrimas en la lluvia. Mis expectativas de profesionalidad y de cómoda identidad se desmoronaron ante mis ojos, el barco hizo aguas tras chocar con el iceberg de la coherencia, y dejé de creerme todas mis supuestas "capacidades sanadoras" de un día para otro. Capacidades que, por otra parte, probablemente tenga.

Fue entonces cuando me di cuenta de que eso que se viene a llamar "Nueva Era", en su mayor parte, es una estafa. Ya no sólo por lo que es, que no es ni mejor ni peor que cualquier otra cosa, sino por lo que promete y no cumple. Por lo que dice que sabe, y no sabe. Por lo que dice que alcanza, y no alcanza. No más, repito, que cualquier otra cosa manifestada en este plano físico-psíquico (material, en definitiva). Por tanto y dicho esto, en honor a la decencia y a la responsabilidad que de vez en cuando tengo, tuve que dejar de "tratar" a gente, para no convertirme en un eslabón más de semejante contubernio y propagar aún más la enfermedad del mundo humano que es, en realidad, la escisión. Eso me ha supuesto pérdidas, vacíos y travesías del desierto cuya dureza no viene a cuento relatar.

Bien, el proceso no fue de la mañana a la noche realmente... ocurrieron dos o tres anécdotas que cargaron la catarsis. Para algunos serían anécdotas tontas, pero yo me las tomé tan en serio como para acabar decidiéndome a abandonar la profesión (o al menos abandonarla tal y como me la estaban enseñando o yo la entendía).

Una fue cuando tuve una chica que vivía sin vivir en sí, porque en su "grupo espiritual", entre otras lindezas, le habían dicho que las comidas animales eran de baja vibración, y que eran incompatibles con la práctica espiritual (un clásico, vamos). Me explicaba como un día que tenía una sesión de "canto de mantras" con su excelso grupo ella "no había podido evitar" (sic) comerse previamente un bocata de calamares, y que luego lo había pasado fatal, sintiéndose culpable e indigna cantando los mantras con tanta impureza en el cuerpo... (Normal que comer carnes baje las vibraciones, así se le bajan las vibraciones a cualquiera.) Me abstengo de citar al Maestro sobre cuyas enseñanzas trabajaba este grupo, porque es muy común que bajo el nombre de Maestros verdaderos (que pocos hay, pero haylos) se agrupen unos cuantos neuróticos convencidos de estar siguiendo unas enseñanzas que en realidad profanan diariamente, enlosando el infierno de buenas intenciones. Esta chica estaba psicótica perdida, perdida en un mar de perdiciones, de "bienes" y "males" implantados en su débil psique en nombre de nosequé espiritualidad "elevada". Desde entonces (además de incitarme a hacer de cualquier futura ingesta de calamares una experiencia profundamente espiritual) sólo puedo definir ese tipo de dinámicas -bastante comunes, por otra parte- como auténtico satanismo.

Otra anécdota fue cuando tuve una clienta, la cual, tras dos sesiones o así, me di cuenta de que me trataba como si me hubiera contratado, pero tipo como se trata a la que te hace la cera, al podólogo, a la asistenta, o, peor, al obrero que en vez de ponerte las baldosas azules te las ha puesto verdes en ese baño ideal de la muerte que la clienta quiere conseguir, pagando por la reforma. Una vez no la llamé el día que dije que la iba a llamar y, sin más instrumento que los 160 caracteres de un simple sms, me puso verde bilis montándome el mismo pifossstio que uno podría montarle a los del supermercado si en vez de huevos, leche y latas de atún te han mandado con el pedido queso, agua mineral y latas de espárragos. Sin entrar en el debate de si la debía haber llamado o no, fue gracias a su reacción como me di cuenta de que algo estaba mal, profundamente mal en esta relación terapeuta-terapeutado, y que es la que predomina en Occidente: "yo te pago, tu me sirves y me das lo que yo quiero, según mis condiciones y normas y bajo los controles de calidad que yo decida establecer". Y entonces tú vas, haces algo que pone en solfa a ese asertivo y nuevaérico yo (que es verdaderamente el problema) y te acabas de convertir, paradojas de la vida, en un estafador incompetente. ¿Perdón? Alardeando de incorrección política, sólo pude pensar... "para eso, bonita, sinceramente, vete a que un chulazo te dé un masaje, o a que te dé.... otra cosa, que quizá sí te sirva para satisfacer a tu yo y sea lo que realmente necesitas, pero no te me hagas la espiritual". Me podéis decir, "vale, pero es que esa tía a lo mejor era una gilipollas maleducada" y yo os responderé, "en verdad os digo: a base de mal-educados, y sobre todo de gilipollas, está poblado el mundo".
Gracias a encantadoras anécdotas similares y demás experiencias de primera mano, fue como acabé entendiendo que los mercaderes habían entrado nuevamente en el templo, y que en gran parte los "nuevaéricos" occidentales reproducen a pies juntillas todas y cada una de las perversiones judeocristianas, materialistas, comerciales y consumistas del resto de las personas de la "antigua era", esa de la que tantos colgados dicen descolgarse. Que básicamente la cualquiercosaterapia nuevaérica se basa en una relación balsámica, satisfactoria, proyectiva o potenciadora del yo del cliente. Por mucho que se anuncie como lo contrario. ¿A quién sorprende? Es así, exactamente así, como funciona el mundo en el que vivimos.

Y fue así como desperté a la realidad y así fue cuando el camino (en este caso mi Camino, personal e intransferible) empezó realmente, y me volví, de entre las personas relacionadas con la espiritualidad y los esoterismos, la más escéptica del planeta. Y  así decidí, in situ, jamás volver a hacer nada ni hablar de nada que no haya experimentado yo mismo en un espacio de total libertad ajeno a condicionamientos doctrinales, o que al menos provenga de fuentes Transparentes (tocadas por el menor número posible de egos humanos), a prueba de bombas mentales. Y así empezó la verdadera desprogramación y todas las múltiples técnicas terapéuticas que pueblan mi curriculum palidecieron ante la única verdadera terapia que existe, a mi parecer, y a la que deberían estar supeditadas todas las demás: la Desprogramación y el Autoconocimiento.

Todo lo demás, es, en gran medida, impura fantasía. Más sueño y más evasión.

No digo que la fantasía sea intrínsecamente una perversión, la fantasía puede ser un trampolín muy válido para dinamitar esquemas y abrir la mente a "otros mundos", pero el caso es que muchos nuevaéricos tienden a pensar que la "nueva era" es la alternativa, incluso "nueva", cuando me temo que a menudo es el mismo perro con distinto collar. O algo peor, un lobo con piel de corderillo lechal puro e inocente.
En este blog, dedicado en gran parte a poner en duda las falsas creencias del "mundo moderno", no distinguiremos entre si esta creencia proviene de las tiranías del mercado neoliberal, o de esa "nueva era" que, realmente, forma parte del mercado.

En ese contexto, lector, entonces sí, me puedes considerar un terapeuta.